Salsas

Por: Babieca Zavala


A mis tacos les tocó, por descarte y no por elección, salsa roja.

Acepto que esta taquería tenga sólo esas dos opciones. No es sencillo ni placido preparar cantidades ingentes de majestuosidad picosa para tantos dictámenes juiciosos. Sin embargo, desearía que ofrecieran ambas, no una u otra. Pastillita roja, pildorita azul, dime cuántas salsas tienes tú.

Resulta restrictivo, opresor, el que te den a elegir sólo entre dos opciones.

Primero sentí indignación. Luego sentí tristeza. Ya lo único que queda de rojo en mi vida son las salsas.

“Ayer fui rebelde.

Hoy no tanto.

¿Y mañana…?”

Decía uno de los aforismos, pintado en las Islas de Ciudad Universitaria, que nos dejó la huelga del CGH en 1999; además de educación pública y gratuita, científica y popular; cada día menos gratuita, cada alba más tarotista, acuariana y blanquecina. Esa pinta es la versión retórica de la transición combativa de las juventudes revolucionarias, en su paso a la adultez reaccionaria, de la gama degradada que va del rojo, al rojito, al reojete.

A mi generación ya le llegó el mañana. Los puntos suspensivos decantaron en la trama previsible de un descoloramiento notorio. Seguimos los pasos de quienes, antes que nosotros, alguna vez dijeron: “un paso atrás, ni para tomar vuelo” y, cual Ícaro al que se le derriten las alas con un foco led de 40 watts, cayeron al fango lodoso de la vida cotidiana y se convirtieron, como nosotros ahora, en funcionarios, números, pena frente al espejo del pasado, conservadores.

Un himno que bien podría definir a cada generación, reza: “antes pan, ahora clonazepam”. Pastillas, café, drogas funcionales, esparcimiento hasta donde la convención social determina lo salubre, lo que sea que nos permita seguir siendo esto que somos.

El último bastión de la resistencia se encuentra al fondo de una cubeta Comex que en sus mejores días contuvo pintura (digamos roja, por qué no, para mayor hipérbole, con la cual pintamos nuestros cubículos estudiantiles, nuestras fachadas fisiológicas, nuestro centro apasionado que fue menguando hasta la convicción de que tenemos algo más que perder además de las cadenas, y permanecimos vivos nada más por indolencia) y a últimas fechas sirve para entibiar un poco el agua de nuestra existencia y darnos un triste baño de realidad.

A estas alturas, tener alternativas de salsas es más que importante, es vital. En ellas recae un alto porcentaje para inclinar la balanza bizantina que decide si un taco está delicioso o ahí nomás, pasable. Poder elegir entre las salsas se convierte ahora en la alternativa que nos queda, es el último bastión de nuestra capacidad de elección. No es cosa menor, hay que defenderlo.

Reuniendo hasta la última gota de coraje que subsiste en mi interior, respondo a la pregunta “¿Con qué salsa va a querer sus tacos, señor?”, con voz trémula pero convencida:

— ¿Me puede dar un poco de las dos, doña, por favor?


Babieca Zavala

Aunque no participó HHHuelga del 99, años después militó en un grupo marxista. Aún hoy cree en la revolución socialista como única alternativa a este capitalismo mierdero; sin embargo no ve claro cómo es que ha de llegar esa revolución. Lo más seguro es que el mundo se acabe antes