Showtime: Juanito Laguna

Por: Guillermo Samo


En la entrega anterior constelamos los puntos coincidentes entre Fredy, la magnífica cantante cubana, y Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante. Hoy, 26 de diciembre, otra coincidencia, otra constelación que culmina con una pieza musical, me impulsa a escribir esta segunda entrega de Showtime, damas y caballeros.

Según mi registro personal, esta es la mañana más helada del año. Es muy probable que me equivoque, pero después del fin de semana navideño se siente como si lo fuera. Desearía poder seguir en cama, cobijado y despreocupado; sin embargo es lunes y he tenido que despegar mi cuerpo de la cama con la espátula imaginaria que sostiene la firme mano de las deudas decembrinas.

Para matar las horas muertas de la jornada laboral, que de tan frías parecen congeladas, petrificadas, inmóviles y eternas, vagabundeo por las redes sociales. Entre las muchas publicaciones con memes, piolines, felicitaciones y buenos deseos, encuentro una que llama fuertemente mi atención. Es la figura de un niño que va por un camino ondulado, rumbo a un horizonte citadino con un cielo cargado de nubes intoxicadas de modernidad. Va ataviado con gorra, chamarra y pantalón de mezclilla; lleva en la mano algo que parece un portafolio gastado, viejo. La ruta por la que transita está bordeada por montañas de basura y desperdicios. En la parte inferior de la imagen, casi a la altura por donde va pasando el niño, entre los residuos acumulados en la orilla, hay un Santa Claus de peluche o fieltro. La imagen, que compartió uno de mis contactos en Facebook, va acompañada de la leyenda: “Así me siento rumbo al trabajo. ‹‹Juanito Laguna va a la fábrica››, de Antonio Berni, 1977”. Y sí, realmente da en el clavo del sentimiento en esta vuelta a la oficina, después de una noche de desenfreno material y consumista, de envoltorios que rebosan los botes de basura y peluches que se han de desechar la semana próxima, de caminos trazados por latas de cerveza y botellas de vino.

Mientras veía la imagen, recordé que un amigo me dijo alguna vez que son las clases altas quienes realmente contaminan el planeta, siendo el 1% más rico de la población el responsable de más del doble de la contaminación por carbono en el mundo. El estigma de clase hace pensar de inmediato que la contaminación y el desgaste de los recursos naturales se debe en mayor medida a la sobrepoblación, a los pobres, a la cantidad cuasi incuantificable de seres humanos que conformamos la clase desposeída. Pero no es así. Sin embargo, también es cierto que contribuimos a la pila de desperdicios que día a día se generan en la tierra, pues, dicen, una persona produce aproximadamente un kilo de basura sólida al día. Esa basura, aunque se vaya lejos de nuestros cestos (nuestros cestos de desposeídos, pero a la vez privilegiados en comparación de muchos otros, pues en la pirámide social los escalones más bajos siempre están más gordos y más anchos y más llenos), nuestras fachadas y de nuestra vista, va a dar algún sitio. Pocas veces nos preguntamos por su destino. Seguro van a dar ahí donde expulsamos todo aquello que es incómodo a nuestros ojos y nuestra realidad, escondiendo el daño que nosotros mismos causamos y afectando, aún más, precisamente a quienes menos tienen, y menos contaminan.

Antes de seguir rumiando reflexiones pseudoecologistas mejor me puse a buscar más información sobre Berni (1905 – 1981), a quien, lo confieso con rubor en las mejillas ya de por sí coloradas a causa del frío, no tenía el gusto de conocer. Se dice que fue un niño prodigio que desde muy joven obtuvo becas y reconocimiento. Como muchos artistas latinoamericanos  de principios del siglo XX (si no es que casi todos), Berni tuvo su viaje iniciático y revelador, donde de alguna manera cambió su mirada, adoptó nuevas técnicas y coqueteó con las vanguardias, a Europa, para finalmente volver la mirada hacia a dentro, a la realidad regional de la América Latina, y crear un estilo y discurso propio y original.

Se dice, también, que la visita de Siqueiros (con quien colaboró en el mural ‘Ejercicio plástico’) a la Argentina fue significativa para que Berni adoptara un postura más politizada e ideológica en sus obras, las cuales hasta entonces coqueteaban con el surrealismo europeo. Así, alrededor de los años 30, dio inicio la etapa Berniana más célebre, la del “Nuevo Realismo”, teoría artística basada en un arte de compromiso político y social. Es en esta época donde produce obras como “Desocupados” y “Manifestación”, ambas de 1934 y “Chacareros”, de en 1935, todas ellas de una fuerza visual y política enérgica, propia de los ideales del artista y de los tiempos sigloveinteros en los que se enmarca su historia, cuando la clase trabajadora seguía siendo vista como el motor social para un cambio de sistema político-económico. Es interesante señalar que para estas piezas Berni utilizó como lienzo costales de azúcar, de manta, unidos con gruesa costura, alejándose de los lienzos usuales del arte occidental.  

Admito, ya sin rubor, que me agradó mucho su trabajo, tanto por la ejecución técnica, los datos biográficos que recogí del artista y por las obras en sí mismas. Me gustó, sobre todo, por su compromiso político, el cual no se desdibuja en sus obras, algo cada vez más difícil de encontrar, donde la máxima “everything is political” aparenta haber perdido toda su verdad perogrulla, donde la bandera de lo apolítico ondea con orgullo en cada esquina y donde el discurso cada vez está más edulcorado.

Pero, Memo, ¿a qué viene todo esto?, ¿qué tiene qué ver con Showtime?, ¿no se suponía que hablarías de, y cito: “algún artista; algún disco; alguna canción, su contexto, su importancia, sus peculiaridades o curiosidades, o simplemente una anécdota interesante del, así llamado, mundo de la música”?, preguntará usted, querido lector o lectora. Yo sé que me he ido por las ramas y me he embrollado en enredaderas que parecen lejanas del objetivo principal de esta columna, escrita con mucho cariño para “Estación Esperanza”. Sin embrago, lo que aquí presento es una constelación de varias estrellitas, varios puntos, que se van entrelazando hasta formar una figura maravillosa.

Llegamos, pues, a los años cincuenta. Berni continúa con su compromiso político y artístico. En su imaginario aparece un niño: Juanito Laguna, de quien el propio Berni diría: “Juanito Laguna surge en Buenos Aires, en el Gran Buenos Aires(…) Pero si bien es un arquetipo del Gran Buenos Aires, podría ser un arquetipo de todos los niños o todos los “changos” de las ciudades de Latinoamérica. Podría ser de Santiago de Chile, de Lima, de Río de Janeiro, de Caracas. Es decir, que es un personaje típicamente americano (…) Juanito Laguna es un niño de extramuros de Buenos Aires o de cualquier capital de América Latina. Es un chico pobre, pero no un pobre chico. No es un vencido por las circunstancias sino un ser lleno de vida y esperanza, que supera su miseria circunstancial porque intuye vivir en un mundo cargado de porvenir”[1].

La saga de Juanito está compuesta de una serie de collages creados entre finales de los cincuenta hasta 1978, en los que el artista utilizó distintas técnicas (oleo, grabado y el collage de materiales reciclados, basura, chatarra, retazos, tomados del entorno periférico donde los Juanitos Laguna de América Latina habitan). Entre los distintos ensambles técnicos que conforman la serie, encontré otro par de estrellas que se relacionan con las fechas decembrinas y finales del año 2022 en esta constelación llamada Juanito Laguna. La primera, es evidente su correspondencia, pues se llama nada más ni nada menos que “La navidad de Juanito Laguna (1962)”, donde se ve una especie de escena costumbrista descanonizada, una familia humilde, perro incluido, compartiendo mesa en un casa donde todas las habitaciones se superponen y el comedor está en el mismo espacio que la recámara y un triste foco alumbra a tres generaciones. Una belleza.

El otro astro centelleante no es tan sencillo de conectar con lo navideño, pero estoy seguro que de alguna manera forma parte de esta telaraña. Se titula: “Juanito Laguna remontando un barrilete”. A estas alturas quizá usted diga: “Este sujeto nomás está inventando conexiones a lo loco para quesque ‹‹constelar››. ¿Qué tiene que ver el tal Juanito volando un papalote con la navidad? Pues déjeme decirle que acá entra otro sujeto, un escritor norteamericano del que no me detendré gran cosa, limitándome a decirles que se trata nada más ni nada menos que de Truman Capote, con un cuento titulado “Un recuerdo navideño”. Adivinarán ustedes el tópico de la historia y no ahondaré, tampoco, demasiado en ella, pues si quieren leerla les dejo un link abajo[2]. Me limitaré a decirles que trata de Buddy, un niño de siete años, y su mejor amiga, una anciana de “sesenta y tantos” que no nos queda claro si es su abuela. Este par disímil, pero estrechamente unido por la precariedad y la pobreza, (pobres como Juanito Laguna y su familia a la mesa en navidad) cada navidad se dedicaba a hacer tartas y a regalarse mutuamente, a falta de más y mejores alternativas, un barrilete  (cometa o papalote, como prefiera usted llamarle). Es una linda remembranza de los años infantiles, una nostalgia empolvada, un encantador tributo. Termina con las líneas:  

“Y cuando eso ocurre, yo lo sé. El mensaje que lo cuenta no hace más que confirmar una noticia que cierta vena secreta ya había recibido, amputándome una insustituible parte de mí mismo, dejándola suelta como un barrilete cuyo cordel se ha roto. Por eso, cuando cruzo el césped del colegio en esta mañana de diciembre, no dejo de escrutar el cielo. Como si esperase ver, a manera de un par de corazones, dos barriletes perdidos que suben corriendo hacia el cielo”.

Bonito, ¿no creen? No es que intente aquí romantizar ni estetizar la pobreza; hacer ese juicio del «buen pobre», del humilde, pero bueno, bondadoso, de las telenovelas. No, para nada. Esa no era la intención del artista ni de esta columna. La intención es ver, denunciar, protestar, ante la triste realidad que al día de hoy, a inicios del 2023, hace que existan muchos niños a quienes las condiciones del sistema político-económico orillan a las franjas donde la sociedad esconde sus desperecidos, los arrincona en las esquinas, pues no quiere verlos. Y yo quisiera que se vean, que se hagan evidentes las contradicciones del sistema, donde hay un 1% que lo tiene todo y una inmensa mayoría que no tiene, quizá, nada.

«Juanito Laguna Remonta un Barrilete” (1973)

Y bueno, no quise detenerme demasiado en contarles sobre Capote y el “recuerdo navideño”, justo porque lo que acá nos atañe es el “Showtime”, damas y caballeros, el momento de la canción. Juanito Laguna, un niño de cualquier país de esta nuestra América Latina, fue versionado musicalmente no sé cuántas veces y por cuántos artistas de la región. Sin embargo, destaco al menos dos de ellos, Mercedes Sosa e Inti Illimani.

Para quienes no la conozcan, se las presento (Mercedes, te presento a unos cuates). Nació en Tucumán, Argentina y creció para convertirse en «LA VOZ» (así, con mayúsculas) de Amérca Latina. Fue fundadora del Movimiento del Nuevo Cancionero y una de las exponentes de la Nueva Canción Latinoamericana. Sus canciones, cercanas a la trova, tenían una buena dosis de compromiso social, además de un no sé que que qué se yo, que va de la dulzura a la nostalgia, pasando por el coraje y la euforia. Cantó a poetas, a pueblos, a paisajes, a luchadores sociales, a la vida. Mercedes tiene, al menos, dos canciones inspiradas en los collages de Berni: “Juanito Laguna Remonta un Barrilete” (canción que da título al LP de 1967) y La navidad de Juanito Laguna” (canción incluida en el álbum “Navidad con Mercedes Sosa”, de 1970, compuesta por Manuel José Castilla y Gustavo Leguizamon), collages de Berni de los que ya hemos hablado y que prolongan el entramado de esta telaraña-constelación melancólica de fin de año.

– Pero Memo, las fechas no cuadran, pues el disco de Meche salió en 1967 y el collage de Berni «Juanito Laguna Remonta un Barrilete” es del 73.

– ¿Quieres decir que Berni, con su collage del 62, «la Navidad de Juanito Laguna», inspiró a Mercedes a musicalizar la pieza, para el disco “Navidad con Mercedes Sosa”, de 1970, y luego la cantante se apropió del niño, del personaje, y le compuso «Juanito Laguna Remonta un Barrilete”, en 1967 y años despúes, en el 73, Berni ilustó la canción?

Pues parece que así fue, amigos mío, qué chingón, la verdad. Un diálogo entre ambos artistas atrvés de un niño que sueña y que vuela una cometa. Comparto la canción del papalote al viento, para cerrar así los puntos de la imagen que inician con un artista que en la búsqueda de su voz encontró la del niño latinoamericano que de alguna manera se refleja en Buddy, de Capote, y que cierra en con la voz de Mercedes.

“Si Juanito Laguna sueña conmigo
volveré en barrilete para mi amigo.
Ay, Juanito Laguna, volará el barrilete con tu fortuna”

¡Pero mira nomás qué cosas, este texto es más largo que el año mismo, empezó a escribirse el 26 de diciembre y ya es primero de enero y todavía nomás no acaba! Perdonen, ustedes. Entre tanta fiesta y reunión decembrina, entre el trabajo y las preocupaciones cotidianas, hasta hoy voy teniendo la oportunidad de terminar este escrito, donde, espero, haber conseguido que se encariñaran con Junaito, que se cautivaran de Berni, que recordaran su infancia y las navidades con la abuela, que se entristecieran con la voz de Mercedes y que disfrutaran estas palabras que con cariño empecé a escribir hace ya una semana.

Les dejo a todas las personas que me hayan leído (y las que no también) un feliz año 2023 y que vengan muchas cosas nuevas (o viejas que nos maravillen como nuevas) que no sorprenda, siempre.


[1] Pueden oírlo en voz del artista en: https://www.youtube.com/watch?v=m9deXF8viyw

[2] https://elbuenlibrero.com/un-recuerdo-navideno/


Guillermo Samo

Melómano.